Importante: este restaurante sirve, de cortesía, unas galletas parecidas a chicharrones de harina llamados krupuk. ¡Cuidado! Están hechas de camarón. Otra cosa que debes tomar en cuenta es que las salsas que te ponen en la mesa no son todas vegetarianas. Al menos una de ellas es de pescado. Asegúrense de verificar los ingredientes de cualquier cosa antes de comer. Es posible que lo que enuncie a continuación suene completamente contradictorio e ilógico: soy una persona que detesta el calor, que se confunde en países donde no habla el idioma y que tiene poco aprecio (ahí es culpable mi ignorancia, lo admito) por las culturas del sudeste asiático. Me es mucho más factible imaginarme haciendo senderismo por los Montes Pamir, bebiendo infusiones en una casa de te de la ciudad vieja de Karachi, o siguiendo en bicicleta la ruta de Hiroshige en Honshu que recorriendo las playas de Tailandia como si fuera un australiano con afición al alcohol barato que se tomó un año sabático para tirar la hueva al máximo. Y a pesar de esto, me queda claro que muero de ganas de ir a Tailandia. La razón de ello no es atribuible a mi interés de conocer las congestionadas y sucias calles de Bangkok, ni los templos budistas de Wat Pra Kaew. Me importa muy poco cruzar el mundo entero para nadar en una playas (prístinas, claras, tropicales) similares a las que seguramente se encuentran en el Golfo de México. La razón, queridos lectores, por la que consideraría seriamente ir a Tailandia aunque eso ocasionara mi bancarrota financiera tiene que ver con mi afición por su comida.
La gastronomía tailandesa es una de las más ricas y complejas, no sólo de Asia, sino del mundo entero. Una combinación de ingredientes tropicales autóctonos, así como de otros que fueron llegando a lo largo de los siglos (la peninsula malaya, que comparten hoy en día Tailandia, Malasia y Singapúr, ocupapa un lugar estratégico entre las Filipinas españolas y tanto China y las colonias portuguesas del Mar Índico) convierten a la de esta nación en una de las más sofisticadas y deliciosas cocinas del mundo.
De un fuerte carácter frutal, ingredientes como el mango, la hoja de limón, los lichis, la piña, el plátano macho y el coco se mezclan con tallarines, arroz, verduras y condimentos como el curry y distintos tipos de chiles para elaborar platillos cuya variedad es todo un lujo para el paladar. Tailandia es un país de mayoría budista y cada año celebra, en las calles de Phuket, el Festival Vegetariano, durante el cual la ciudad entera de aboca a la purificación del cuerpo (se supone que el llevar una dieta vegetariana durante unos días ayuda a este propósito) y a atravesarse el cuerpo con enormes objetos metálicos (todo sea por alcanzar la iluminación).
Desafortunadamente, la Ciudad de México nos vuelve a quedar un poco mal en lo que a una oferta de restaurantes tailandeses supone. Mientras que países europeos y las grandes ciudades de las costas estadounidenses tienen una abundancia de restaurantes tailandeses baratos y buenos, la Ciudad de México sólo cuenta con algunos restaurantes de fusión que ofrecen pocas opciones del sudeste asiático, así como con un puñado de restaurantes tailandeses que, aunque nada baratos, hacen bien su trabajo.
Hace poco, celebrando el cumpleaños de un miembro de la familia, comí en el Thai Gardens de La Condesa (
Tamaulipas 100, Condesa; 5256 0500. Abierto todos los días).
Aunque se trata de un restaurante omnívoro, los platillos aptos para vegetarianos (o
vegetarianizables) están muy bien señalados en el menú. Además, se pueden hacer sustituciones de ingredientes (por ejemplo, me pusieron tofu en lugar de camarones en mi pad thai).
El restaurante es algo caro, sobre todo en cuanto a bebidas (las piñas coladas costaban 100$; incluso los tragos sin alcohol valían todos alrededor de 70$). Los platillos (entre 120 y 250$ por un plato fuerte) tampoco se quedan atrás en este aspecto, aunque las porciones son grandes.
Pero en fin, hablemos de la comida:
De entrada probé uno de los rollitos tailandeses (poh pia, 65$ por cinco piezas) de mi acompañante, que ella pidió vegetarianos. Sin embargo, no me pareció muy especial: estaba relleno de fideo transparente y no tenía verduras de ningún tipo.
Sin embargo, pedí también la sopa taa kaa kai . Era la única sopa que se podía hacer vegetariana. Me cercioré con el mesero de que la sopa no llevara caldo de pollo (en el menú se menciona que la sopa lleva pechuga). Sin embargo, me reiteró que la sopa, cuando es vegetariana, se prepara sin el pollo. La sopa fue sin duda la mejor parte de mi comida: el caldo era de coco picante con jengibre tailandés (galanga) y hoja de limón. Adentro llevaba ejotes, champiñones y calabaza. Soy, quizá por mi incompetencia para preparlas, un verdadero amante de las sopas, tanto así que pagué 85$ por ésta. Sin embargo, no me arrepiento: se trató de una de las mejores sopas de mi vida. Si volviera a comer ahí ordenaría la sopa, aunque es probable que la pediría sin ejotes (algo personal).
De plato fuerte pedí el Pad Thai con cacahuate (145$). La ración es abundante (compartible, incluso) y el platillo viene bien servido. Dado que lo pedí vegetariano, me cambiaron los camarones y el huevo por trozos de tofu marinado y ligeramente frito. Muy rico el tofu, aunque el pad thai no pasó de ser un pad thai promedio. Sin embargo, si nunca has probado el Pad Thai, éste es un buen lugar para hacerlo. Difícilmente encontrarás otro lugar en la ciudad donde te lo puedan preparar con tofu, así que lo recomiendo por este lado.
Los postres incluían algunas opciones veganas (helado de lichi, lichis bañados con leche de coco sobre una cama de arroz; plátanos hervidos con leche de coco) y otras vegetarianas (flan de coco), que, como ya se se habrán percatado, giraban todas en torno a los lichis y al coco (no tengo problema con eso). Probé el flan de coco, así como un pedacito del pastel de chocolate de mi hermana. Ambos estaban deliciosos, aunque el pastel de chocolate lo estaba aún más que el flan.
En cuanto a otros detalles, debo advertir que los tiempos de servicio son un poco tardados. Sin embargo, esto no se debe a incompetencia, sino a que todo se prepara en el momento. Si te sientas abajo podrás ver cómo varios chefs (tailandeses, certificados por la Casa Imperial) elaboran los platillos. Me da también la impresión que si te sientas en el piso de arriba, obtendrás peor servicio que si lo haces abajo, que es donde están la mayoría de las mesas.
¿Vale la pena el Thai Gardens? En lo personal, lo recomendaría como un buen lugar para una comida poco convencional y con muy buenas opciones y disposición hacia los vegetarianos. El ambiente, aunque sofisticado, no es abrumadoramente pretencioso ni
chic en exceso, cosa que se agradece (odio tener una bocina con punchis punchis a todo volumen junto a mí mientras engullo). Eso sí: preparen la cartera que, aunque más barato que un vuelo de México a Bangkok, comer aquí no es la opción más económica de la ciudad.