(Letrero engañoso en Tziscao. Lo único vegetariano que tenían era quesadillas de queso o de hongos)
No cabe duda de que San Cristóbal de las Casas es una de las ciudades más bellas e interesantes de México. Más allá de las hordas de turistas alternativos que llegan en busca de la experiencia indígena y revolucionaria, San Cristóbal tiene mucho que presumir. Tiene arquitectura colonial, paisaje, natural multiculturalidad, color, carisma y, claro, opciones vegetarianas.
Vagar por San Cristóbal es un verdadero placer. Sentir la niebla que exhalan las montañas, las nubes que bajan hasta la calle, el verdor de los cerros, el ambiente relajado (nada que ver con el DF, nada) es un privilegio que no deja de sorprenderme cada vez que voy.
Una de las cosas que más llaman la atención acerca de San Cristóbal es la enorme cantidad de establecimientos que ofrecen productos de altísima calidad elaborados de forma tradicional, siempre a un excelente precio. San Cristóbal es un auténtico punto de confluencia de toda clase de creatividades. Desde indígenas tzotsiles, tzeltales, mayas; hasta jipis gringos, franceses y mexicanos. Todos dan lo mejor de sí en San Cristóbal. Las cosas en San Cristóbal van hechas con amor y cierta sensibilidad que sólo brota en lugares con (vomitivo cliché a la una, a las dos, a las...) magia. Por eso, en San Cris encontrarte con cosas hermosas es fácil, lo especial es ordinario.
La amena vibra de San Cristóbal y su afluencia de visitantes jóvenes hacen del pueblo un campo fértil para el vegetarianismo y las propuestas orgánicas. Hace unos meses tuve la oportunidad de dar una vuelta por ahí y he de reconocer que la ciudad no decepciona. San Cristóbal debe ser la ciudad con mayor cantidad de establecimientos vegetarianos per cápita en el país. Les platicaré de la santísima trinidad a continuación.
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1. La casa del pan, Dr Navarro no. 10
Creo que se trata de una sucursal de uno de mis restaurantes favoritos del DF. La casa del pan es un espacio de verdadera felicidad. La panadería, el restaurante, todo es fabuloso. Mi hostal estaba a unas cuantas cuadras (bueno, a un par de cuadras...aclaro porque todo en San Cristóbal está “a unas cuantas cuadras“) y en varias ocasiones me escapé. No les miento: los mejores roles de canela que he comido en mi vida esperaban por mí en una canasta de pan recién horneado en una de sus repisas.
También tuve la oportunidad de cenar en el lugar. La comida es buena, variada. Contrario a la sucursal del DF donde más bien venden cosas de repostería y sandwiches, en ésta es posible degustar platillos relativamente sofisticados. Los precios son bastante altos comparado con el precio promedio de una comida en San Cristóbal (Chiapas sigue siendo la entidad más pobre de la república) y por alguna extraña razón los meseros son todos gueritos que no hablan español, pero el lugar vale la pena por la música en vivo y la excelente preparación de los alimentos.
2. Falafel, María Adelina Flores no. 4
Era enero del 2008. No había cenado la noche anterior, no había desayunado esa mañana, ya era hora de la comida. Regresaba de visitar San Juan Chamula y seguía mareado de tanto copal quemado y de la fabulosa y un tanto tenebrosa experiencia. Caminé del mercado al centro y me percaté de una publicidad. Falafel, decía. Seguí las indicaciones hasta encontrar el local prometido. Entré, pedí, esperé. Cuando el platillo llegó a mí, di la primera mordida. El pan pita estaba recién salido del horno, el falafel estaba crujiente, el hummus casero era cremoso. Unos israelistas con los que compartí la mesa me dijeron que este falafel estaba tan rico como el que se consigue en medio oriente. (Y es que, en efecto, el dueño es israelí.)
Así que alguien convénzame de que San Cris no es el pinche centro del mundo.
3. Mayambé, Real de Guadalupe 66, casi esquina con 5 de febrero
A pesar de no ser un restaurante estríctamente vegetariano, Mayambé es una excelente opción para todos aquellos que busquen excelente comida vegetariana. Comí ahí con un par de amigas en mi última tarde en San Cris. Nos detuvimos a comer en el pueblo y la verdad es que yo llevaba días que el sitio me había llamado la atención. Las convencí de que comiéramos ahí, pero nadie me reclamó al respecto. La comida tardó un poco, pero valió mucho la pena. El simple hecho de que en San Cristóbal se pueda degustar una comida indú a un precio razonable pone este pueblo a años luz de La Condesa. El sitio está decorado eclécticamente, la atención es buena (el día que fuimos nos atendió un sikh con acento argentino, lo cual dice mucho de la naturaleza misma de San Cristóbal), la preparación de los alimentos es en el momento, y los precios son buenos. Y puedes escoger indú, vietnamita, tailandés, entre otras cocinas asiáticas. ¿Así o más?