domingo, 30 de agosto de 2009
Perfiles: Monterrey Vegetariano
Monterrey tiene mala fama entre los vegetarianos. Cuna de la carne, patria del cabrito: entre los estereotipos del imaginario nacional, Nuevo León aparece más como tierra prometida de vaqueros y ganaderos que de herbívoros.
Cuando me dijeron que tendría que ir a Monterrey durante diez días por razones de trabajo, me pregunté a mí mismo: ¿Qué comeré?
Conozco a más de un vegetariano que me ha confesado haber tropezado accidentalmente en Monterrey. No lo dudo: el arroz con caldo de pollo, las tortillas hechas a base de manteca de cerdo y los frijoles colmados de grasa animal son escondites perfectos para nuestros más profundos temores.
Así que me preparé mentalmente para lo que pensé serían 10 días de aciagas ensaladas del huerto, de carísimos espaguetis al pomodoro en charola de room service (normalmente lloro cuando pago de mi bolsa por una comida así, menos mal los viáticos), de interminables preguntas sobre los ingredientes en los restaurantes. Y debo reconocer que mis dudas simplemente se cuadruplicaron al primer día cuando, tras comunicarle mis preferencias alimentarias a mi grupo de trabajo, escuché las mandíbulas de varios compañeros regios estrellarse contra el suelo.
Hubo quien me dijo que «jamás en su vida había conocido a alguien como yo», así como quien pensó que estaba intentando tomarle el pelo. Hubo otros que se mostraron más curiosos y me comentaron haber incluso probado alguna vez el tofu.
Sin embargo, en algo estaban de acuerdo: un vegetariano en Monterrey es ave exótica, cosa poco vista.
Pero lo último que se pierde es la esperanza. Unos cuantos clicks en googlelandia me llevaron a descubrir el blog de Sharon y encontrar que en Monterrey había más que machaca, carne asada y chorizo. Fue con renovados ánimos que me dispuse a descubrir el Monterrey vegetariano el fin de semana y a compartir mis hallazgos con el mundo.
He de adelantarles que en el fondo sospeché que tendría éxito. A pesar de que Monterrey es reaccionario, priísta, agringado (franquicias más allá del horizonte; las únicas estrellas que iluminan el cielo lleno de smog son marca Carl´s Jr.), la ciudad también es espacio de concentración cultural. Tal vez el centro histórico no sea gran cosa, ¿pero cuántas bandas de primer nivel no han salido de tierras regias? Por ejemplo, los Plastilina Mosh o algunos de los grupos más destacados de la escena punkera de principios de siglo (recuerdo muy gratamente a los Antikuados entre el soundtrack de mi adolescencia). Y no sólo bandas: revistas como La Tempestad y autores como Alfonso Reyes nacieron al pie del Cerro de la Silla.
Así que, ignorando el hecho de que el calor de Monterrey ruge a 40 grados centígrados a mediados de agosto, emprendí mi búsqueda. Y he de decir que Monterrey no decepciona. La verdad es que al final descubrí casi 10 restaurantes pero, debido a restricciones temporales (se trataba de un viaje de trabajo), sólo tuve la oportunidad de acudir a dos de ellos, así como a un par más que ofrecían opciones vegetarianas.
Superbom
Superbom apareció como un oasis de aire fresco en medio de un desierto de pavimento. De pavimento a 40 grados, he de añadir. Imagínense: era domingo al medio día, ya había intentado ir a dos restaurantes vegetarianos y ambos estaban cerrados. Encontrar las puertas de Superbom abiertas fue un regalo de dios. Y ni se diga el buffet: 80 pesos por todo lo que puedas comer, incluyendo barra de ensaladas y refill de agua. Creo que es un trato justo.
Me retaqué de milanesas vegetarianas deliciosamente empanizadas y acompañadas de chiles toreados y cebolla asada; de alambres con trozos de jugosa soya horneada y jitomates cherry; de lasaña con queso y soya, y de unas maravillosas chimichangas rellanas de verdura (parecían rollitos primavera). Comí también ensalada con ceviche (cero pescado) y todo me lo bajé con tragos de refrescante agua de tamarindo, acompañado también de sopa de garbanzo muy rica.
El lugar además, concurrido: se ve que la fama de Superbom se extiende más allá de su calle. El encargado me explicó los platillos uno por uno. Además, me contó que Superbom lleva 24 años atendiendo a su clientela. ¡Wow! ¿Hace 24 años ya había restaurantes vegetarianos en Monterrey? Mis respetos.
Superbom está en Galeana 1018, en el mero centro peatonal de la ciudad. Abre todos los días, menos los sábados, y su horario va de las 12 del día hasta las 6:30 de la tarde. Se puede armar un menú o simplemente servirse del buffet, y el precio varía acorde. Apto para veganos.
Mei Wei
Mi comida favorita en Monterrey fue sin dudas ésta. He de admitir que no se trata del local más nice del mundo. Me recordó más bien a las cocinas económicas del centro de las ciudades del altiplano peruano y boliviano, carentes de estética, funcionales hasta la madre. Las sillas y la fachada: simples, al igual que el interior. Los botes de picante que adornan la mesa parecen llevar ahí desde tiempos de Mao Tse Tsung. Y sin embargo, el Mei Wei ha sido uno de los grandes descubrimientos vegetarianos de mi vida.
Permítanme decirle a todos los chilangos que creen que la mecca vegetariana del país está a 2240 metros de altitud: ya quisiéramos tener un Mei Wei en Tenochtitlán. Pobres de nosotros.
Además de que el lugar es baras baras (un plato con abundante arroz frito, abundante porción de soya agridulce y un rollo primavera talla pornstar, te sale en 35 varos), se come DE POCA MADRE. El arroz, delicioso, auténtico. La soya agridulce de una consistencia sorprendente, jugosa. El rollor primavera: crujiente y retacado de cosas ricas. Y, no mamar, TODO ES VEGANO. Así es. El dueño (un chino vegetariano y super amable y que hasta me explicó cómo se hace la salsa agridulce) me contó que no usan ni huevo, ni lácteos ni carne. ¿Qué tal les quedó el ojo?
Devoré los contenidos de mi plato a pesar de haber almorzado apenas unas cuantas horas antes. Cada bocado de ese manjar fue un orgasmo para mis papilas gustativas. ¡Y yo que pensaba que bajaría de peso en Monterrey! Pues es que nadie me dijo que el paraíso de los vegetarianos estaba en un localucho del centro regiomontano. Y se nota que el Mei Wei no es precisamente el secreto mejor guardado de la ciudad: durante el tiempo que estuve ahí, desfilaron por la barra hipsters pseudorockers y veinteañeros post-emos cubiertos de tatuajes. El lugar definitivamente tiene su onda. Altamente recomendable.
Mei Wei abre de lunes a sábado, de las 12:30 del día a las 7 pm. Se paga de acuerdo con el número de porciones que se piden. Por ejemplo, arroz chino acompañado de un guiso cuesta $27. Pan chino y rollos primavera, 10$. Cuenta con servicio para llevar. Dirección: Leona Vicario 801-A Sur entre Padre Mier y Morelos, Col. Centro.
Baan Mai Thai
El otro restaurante que visité fue el Ban Mai Thai. Se trata de un sitio más bien de alcurnia. El lugar está en el segundo piso de un strip mall de alto consumo en avenida Vasconcelos, que es algo así como la versión regiomontana de Paseo de las Palmas. La decoración del restaurante está muy cuidada (flores, motivos tailandeses), y el servicio es de primer nivel. Las opciones vegetarianas son bastante limitadas pero las que probé estaban deliciosas y bien servidas. Pedí el pad tai sin camarones y sin huevo. Venía acompañado de cacahuate natural y chile guajillo, así como de salsa de ciruela y siraracha, las cuales venían servidas aparte. También pedí un arroz (khao pat) con piña, que venía servido en la misma piña. También estaba delicioso, y llevaba nuez de la india, excelente toque.
Pero lo mejor fue el postre. El khao niao mamuang. Se trata de una cama de sticky rice tailandés bañada con leche de coco y cubierta de lichis rebanados, todo al vapor. A pesar de que no suelo ser fan de los postres calientes, éste me puso a halucinar. Es uno de los mejores postres que he comido en mi vida. Super recomendable.
Lo malo de aquí es que no hay tantas opciones vegetarianas, y muchas de las opciones que aparecen marcadas como vegetarianas no lo son (llevan pollo o pescado). Como para causar más enredo, algunos arroces que sí son vegetarianos no vienen anunciados como tal. Así que es un poco confuso. También hay que corroborar los ingredientes de todo con los meseros porque incluso una de las ensaladas que viene promocionada como vegetariana se prepara con aderezo de pescado (!!). El precio, aclaro, no es nada como el Mei Wei. Acá gastarás unos 250 pesos por piocha (aunque no tengas barba). La comida se sirve al centro así que vale la pena ir acompañado para disfrutar del convite.
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La mala noticia la guardé para el final: Un Mundo Raro, pequeño tienda de antiguedades que vendía comida y postres veganos (la imagen de arriba es de su fachada), ha cerrado. La parte de la cafeteria aclaro, pues como tienda de antiguedades sigue operando. Me costó trabajo encontrar el lugar abierto: sólo funciona de martes a sábado y cierra antes de las siete, lo cual es cosa poco vista en el barrio antiguo, un sitio donde la movida es decididamente noctura.
El chico que lo atiende, Roberto, un vegan comprometido con los derechos de los animales, me comentó que tienen ganas de volver a servir comida, pero no será en el corto plazo. Entonces: hoy por hoy, por desfortuna, un Mundo Raro no vende alimentos. Una lástima, porque cuando me platicó de los postres me dieron ganas de probarlos todos.
Por suerte, a media cuadra está Tierra Libre. A pesar de no tratarse de un sitio estrictamente vegetariano, venden varios alimentos adecuados para los veggies y unos smoothies de tamarindo que sofocan cualquier calor. Las hamburguesas vegetarianas y los bagels están llenadores y bien servidos (hay opciones vegetarianas). Buenos precios, artesanías en todas partes y cojines en el piso (allá abajo se siente menos el calor) hacen del lugar un sitio agradable y ameno para una tarde de fiaca.
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Como conclusión, Monterrey tiene sus opciones. Pero tampoco es el paraíso: la cocina norteña es una pesadilla para cualquier vegetariano, un acto de terrorismo para las arterias. Monterrey está lejos de convertirse al vegetarianismo, pero los vegetarianos no tienen necesariamente que sufrir. Ojalá que esto sirva a alguien.
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